El gobierno mexicano lanzó este miércoles una fase de consultas con 30 sectores productivos con miras a la revisión del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (TMEC) para 2026. Las reuniones buscan recopilar diagnósticos amplios y prioritarios desde la industria, las organizaciones empresariales y las entidades federativas.
La Secretaría de Economía —apoyada por el Consejo Coordinador Empresarial (CCE)— convoca a asociaciones industriales, cámaras empresariales y empresas de distintos giros para que, en octubre, participen en mesas de diálogo. También se proyectan foros estatales en las 32 entidades para incorporar las inquietudes y propuestas regionales.
El presidente del CCE, Francisco Alberto Cervantes Díaz, sostuvo que la revisión del TMEC representa una oportunidad para consolidar la competitividad mexicana y fortalecer la integración de las cadenas productivas norteamericanas. Entre los sectores convocados figuran vehículos (ligeros y pesados), autopartes, minería, servicios financieros, agroindustria, acero y aluminio, energía y petroquímica, calzado, textil y farmacéutico.
Este ejercicio de diálogo con el sector privado ocurre en un contexto donde el representante comercial de EE. UU., Jamieson Greer, adelantó que las negociaciones para revisar el pacto “probablemente” tendrán carácter bilateral. En respuesta, Marcelo Ebrard, secretario de Economía, precisó que quizá el embajador se refiere al contenido bilateral inherente dentro de las negociaciones, no a una salida unilateral.
Desde mi perspectiva, estas consultas representan un acierto estratégico: permiten anticipar tensiones antes de la negociación formal, involucrar al sector privado y reducir incertidumbre en las cadenas de suministro. Para el sector minero, por ejemplo, este espacio ofrece una oportunidad de incidir en condiciones arancelarias, reglas ambientales y esquemas de contenido en minerales. Es clave que sus demandas se integren de manera clara al diagnóstico nacional.
El reto es mayúsculo: equilibrar las presiones internacionales con los intereses internos, atender divergencias regionales y lograr consensos que impulsen la competitividad. Pero si México sabe aprovechar este momento y las voces sectoriales se articulan bien con la política pública, se podrá transitar hacia un TMEC modernizado y funcional para todas las industrias.



