El oro consolidó este lunes su tendencia alcista al superar los US$3,400 por onza, un nuevo récord histórico que refleja la creciente búsqueda de refugio por parte de los inversionistas globales. El metal precioso se disparó más del 2 %, según datos de Bloomberg recogidos por EFE, en una jornada marcada por la incertidumbre económica, la volatilidad cambiaria y los conflictos geopolíticos.
A las 13:36 (hora de México), el oro se cotizaba en US$3,400.37 por onza, tras romper múltiples récords durante la mañana. El primero de ellos se registró a las 7:06 horas, cuando alcanzó los US$3,385.85. Con esta marca, el oro rebasó con fuerza el nivel anterior, fijado apenas el jueves pasado en US$3,357.78. La jornada fue intensa en los mercados, donde el oro brilló con luz propia mientras el dólar estadounidense sufría una nueva caída frente a las principales monedas globales.
El debilitamiento del dólar ha sido uno de los motores principales detrás del auge del oro. Cuando la divisa estadounidense pierde valor, los commodities cotizados en dólares, como el oro, se vuelven más baratos para los inversores que operan con otras monedas. Esto incrementa la demanda internacional y, por lo tanto, eleva los precios. En este caso, el índice del dólar se encuentra en su punto más bajo en tres años, situación que ha potenciado aún más la escalada del metal.
Otro factor clave ha sido la tensión creciente entre Estados Unidos y China. La guerra comercial, lejos de calmarse, ha generado nuevas fricciones con anuncios de aranceles y restricciones cruzadas. Este entorno de hostilidad e incertidumbre ha empujado a los grandes inversionistas a refugiar su capital en activos considerados seguros, como el oro, que históricamente funciona como escudo en tiempos de turbulencia financiera. Además, el resurgimiento de conflictos geopolíticos en Medio Oriente y la inestabilidad en los precios del petróleo han añadido combustible al nerviosismo global.
Las decisiones políticas también han influido. El presidente Donald Trump ha intensificado sus ataques contra la Reserva Federal y su presidente, Jerome Powell, a quien acusó recientemente de ser un “completo desastre”. Trump incluso insinuó la posibilidad de destituirlo, lo que generó preocupación entre los actores financieros por la aparente erosión de la independencia del banco central. Este tipo de incertidumbre institucional golpea la confianza en la estabilidad del dólar y alimenta la demanda por activos más estables.
No solo los inversionistas privados están comprando oro. Los bancos centrales de varios países también han incrementado sus reservas de forma sostenida durante los últimos trimestres. Esta estrategia busca reducir la exposición al dólar y fortalecer sus propias divisas en medio de una creciente polarización financiera internacional. Rusia, China e India lideran estas compras estratégicas, consolidando al oro como un instrumento geopolítico clave en la nueva configuración del poder económico mundial.
A medida que el oro alcanza nuevos máximos, los analistas del mercado empiezan a recalibrar sus pronósticos. Algunos ya proyectan que la onza podría alcanzar los US$3,500 en las próximas semanas si se mantiene el actual contexto de tensión. Otros van más allá y apuntan a la posibilidad de ver el oro acercarse a los US$3,600 en el mediano plazo, especialmente si se recrudece la guerra comercial o si la Reserva Federal cambia su política monetaria.
En el mundo de las materias primas, el oro se posiciona como el protagonista de 2025. Frente a un entorno marcado por inflación moderada, dudas sobre el crecimiento económico y una recuperación global desigual tras la pandemia, el metal precioso ofrece una combinación rara de estabilidad y potencial de apreciación. A diferencia de otros activos, su valor no depende de la rentabilidad de empresas o del crecimiento del PIB, sino de la percepción de seguridad y confianza que otorga en tiempos difíciles.
La fiebre del oro también se refleja en los mercados bursátiles. Las acciones de compañías mineras auríferas registran aumentos significativos. Empresas como Barrick Gold, Newmont Corporation y Agnico Eagle han visto subir sus cotizaciones en doble dígito en los últimos tres meses. La minería del oro se beneficia directamente de estos precios elevados, ya que mejora sus márgenes operativos y atrae nuevas inversiones en exploración y desarrollo.
Sin embargo, este auge no está exento de desafíos. En algunos países, los altos precios del oro han reactivado la minería informal e ilegal, lo que genera conflictos sociales y ambientales. Por ello, los expertos advierten sobre la necesidad de mantener regulaciones sólidas y fomentar prácticas mineras responsables que garanticen beneficios económicos sin afectar negativamente a las comunidades locales.
Para muchos analistas, el actual repunte del oro no es un fenómeno aislado ni temporal. Responde a una transformación más profunda del sistema financiero internacional. En un mundo multipolar, donde los bloques económicos se reconfiguran, los países buscan nuevas formas de proteger su riqueza y autonomía. El oro, con su historia milenaria y su valor intrínseco, se reafirma como un activo esencial en este nuevo orden global.
El metal amarillo demuestra, una vez más, que en tiempos de inestabilidad y desconfianza, conserva su estatus como refugio de valor. La pregunta que ahora se hacen los mercados no es si el oro seguirá subiendo, sino hasta dónde puede llegar en su escalada histórica.