Peñoles impulsa educación ambiental en Durango con su reserva ecológica certificada

En Cuencamé, Industrias Peñoles ha logrado algo que pocos actores del sector minero han puesto en marcha con tal convicción: un santuario para la fauna silvestre y un centro activo de educación ambiental.

Desde 2012, este espacio, registrado formalmente ante la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales como un Predio e Instalación que Maneja Vida Silvestre fuera de su hábitat (PIMVS), ofrece un refugio a más de cien ejemplares de diez especies. No se trata solo de proteger animales; es un acto tangible de corresponsabilidad ambiental.

Lo que distingue a esta reserva no es únicamente su tamaño —50 hectáreas de potreros donde conviven herbívoros como el búfalo acuático, el avestruz, el watusi, dos tipos de venados, el borrego Muflón, el pavo real y el pato común—, sino la presencia de especies emblemáticas en riesgo, como el bisonte americano. Este último, reconocido por la NOM-059-SEMARNAT-2010 como una especie en situación vulnerable, encuentra aquí un entorno seguro, controlado y adaptado a sus necesidades.

También habitan en este espacio ejemplares rescatados como el oso negro y el mono araña, cuyas historias no son anecdóticas, sino testimonio de una problemática nacional: el tráfico ilegal de fauna y la pérdida de hábitat. Estos animales, criados en cautiverio, ya no pueden volver a la vida silvestre, pero en la reserva de Peñoles encuentran una segunda oportunidad y un nivel de atención digno y profesional.

Además de preservar la biodiversidad, la empresa ha hecho de la educación un eje transversal de este proyecto. Cada visita guiada a la reserva por parte de estudiantes de las comunidades locales es una apuesta a futuro. Los niños y jóvenes no solo observan animales, sino que comprenden, preguntan y reflexionan sobre el impacto que sus propias acciones tienen sobre el entorno. La educación ambiental, en este contexto, no es un complemento: es una herramienta para generar conciencia, un motor de cambio.

En esta reserva, diez de las 50 hectáreas están destinadas a la reproducción y producción de forraje, garantizando un suministro sostenible de alimento para los animales. Lejos de depender de recursos externos, esta medida demuestra una planeación responsable y autosuficiente que fortalece la autonomía del espacio.

Es necesario decirlo con claridad: iniciativas como esta, surgidas desde el sector minero, son aún poco comunes. La industria enfrenta con frecuencia críticas justificadas por su impacto ambiental, pero ejemplos como el de Peñoles en Cuencamé muestran que también hay esfuerzos serios y bien dirigidos hacia la sostenibilidad. No es una estrategia de relaciones públicas, sino un proyecto con más de una década de operación constante, que ha trascendido el discurso y se ha materializado en acciones concretas.

El compromiso de la empresa con la fauna no se limita a esta reserva. En cada unidad operativa, Peñoles lleva a cabo programas de monitoreo de fauna silvestre y promueve prácticas de conservación en zonas aledañas a sus proyectos. La protección de la biodiversidad no es una labor aislada o secundaria; se ha integrado como parte del modelo de negocio, alineado con los principios de sostenibilidad que hoy se exigen a cualquier actor económico responsable.

La conmemoración del Día Mundial de los Animales, cada 4 de octubre, cobra un sentido aún más profundo desde esta perspectiva. No se trata solo de recordar que compartimos el planeta con millones de especies, muchas de ellas amenazadas, sino de tomar medidas concretas. En México, donde la pérdida de hábitats es alarmante y el tráfico ilegal de especies persiste, crear espacios de protección y aprendizaje es un acto de resistencia y de visión de largo plazo.

La reserva ecológica de Cuencamé no es un zoológico, ni una atracción turística. Es un centro de convivencia respetuosa entre el ser humano y otras especies, un puente entre el conocimiento y la acción, entre el pasado extractivo y un futuro regenerativo. Y sí, es posible que haya quienes cuestionen el papel de una empresa minera en este tipo de proyectos. Pero al mirar de cerca lo que ocurre en este predio duranguense, las dudas se disipan frente a una realidad que habla por sí misma: la conservación también puede venir desde donde menos se espera.

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