Autlán refuerza su compromiso con Teziutlán al ceder cancha deportiva en comodato

A la sombra de los cerros que rodean Teziutlán, Puebla, un terreno antes en desuso se ha convertido en símbolo de colaboración y futuro. En el corazón de la localidad de El Fresnillo, justo al lado de la Planta Teziutlán de Autlán, se encuentra una cancha de fútbol que, desde su inauguración en 2020, ha dejado de ser solo una instalación deportiva para convertirse en punto de encuentro, identidad y desarrollo para las familias de la región.

Este mes, esa transformación adquirió un nuevo significado gracias a la firma de un convenio de comodato entre la empresa Autlán y el Ayuntamiento de Teziutlán. El acuerdo otorga oficialmente al municipio el uso de este espacio deportivo, formalizando un compromiso que ya era palpable: el de contribuir de forma tangible al tejido social, especialmente de niñas, niños y jóvenes.

La cancha, conocida por muchos como la “cancha Autlán”, no es un campo cualquiera. Su rehabilitación incluyó pasto natural, vestidores dignos, sanitarios funcionales y un área de estacionamiento, elementos que normalmente no están al alcance en instalaciones públicas de este tipo en comunidades intermedias. La intención no fue simplemente cumplir, sino ofrecer un espacio con condiciones reales para fomentar el deporte como herramienta de transformación.

Durante el acto protocolario de la firma del convenio, la presidenta municipal Karla Martínez Gallegos expresó su gratitud a Autlán, no solo por ceder el espacio, sino por demostrar con hechos que el desarrollo comunitario puede y debe ser un esfuerzo compartido. “Con la suma de esfuerzos seguimos construyendo el Teziutlán que soñamos: más fuerte, más humano y con más futuro para todos”, publicó en sus redes sociales tras el evento, haciendo eco de una visión colectiva que toma forma en alianzas como esta.

La historia de esta cancha va más allá del pasto y las porterías. Desde su apertura, ha albergado torneos locales, entrenamientos escolares, convivencias familiares y actividades deportivas organizadas por asociaciones civiles. Jóvenes que antes tenían que buscar lugares alejados o inseguros para entrenar, ahora cuentan con un entorno adecuado y cercano. Padres de familia ven en la cancha un sitio confiable para que sus hijos se formen, no solo en habilidades deportivas, sino en disciplina, compañerismo y salud.

En contextos donde el ocio sin rumbo puede derivar en adicciones o violencia, estos espacios marcan una diferencia real. Alejan a la juventud de entornos de riesgo y abren oportunidades de desarrollo personal. La apuesta de Autlán por rehabilitar y ahora ceder en uso esta cancha confirma un modelo de minería con rostro humano, donde el compromiso social no es un complemento, sino parte esencial de su operación.

Autlán ha sostenido, a lo largo de su trayectoria, que su presencia en las comunidades no debe limitarse a la extracción de recursos, sino extenderse al impulso de condiciones dignas de vida para quienes las habitan. El comodato firmado garantiza que la cancha se mantenga operativa y en buenas condiciones, permitiendo que su impacto positivo continúe a lo largo del tiempo.

A menudo, la minería es objeto de críticas injustificadas que pasan por alto su contribución al desarrollo local. En Teziutlán, este caso demuestra lo contrario: una empresa minera puede ser un agente clave en la transformación social, no sólo a través del empleo o la infraestructura, sino mediante acciones concretas que nutran el presente y el futuro de una comunidad.

Cabe destacar que esta no es la primera iniciativa de Autlán en la región, aunque sí una de las más visibles y de mayor impacto simbólico. Invertir en el deporte es sembrar en tierra fértil. Cada partido jugado, cada entrenamiento completado y cada niño que ríe en la cancha, son prueba de que la colaboración entre el sector público y privado puede generar cambios reales y duraderos.

Hoy, la cancha de fútbol de El Fresnillo no solo pertenece al municipio; pertenece a cada joven que sueña con anotar un gol, a cada madre que aplaude desde la grada, y a cada vecino que ve en ese espacio una chispa de esperanza. Porque cuando una empresa minera abre sus puertas para ceder territorio al deporte y la comunidad, también abre paso a una nueva forma de entender su papel en la sociedad.

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