Tendencias y desafíos clave para la minería hacia 2030 en América Latina

La minería latinoamericana llegará a 2030 con un cuadro de desafíos bien definidos: productividad, desarrollo de recursos, producción de minerales de transición y críticos, seguridad y descarbonización. Estas cinco líneas de presión, que concentran la agenda operativa y estratégica del sector, aparecen como el mapa de ruta ineludible para la próxima década.

 

De acuerdo con David Kurtz, Director de Investigación y Análisis de Mobil, en el corto plazo, la prioridad del sector ha estado relativamente equilibrada: 29% señala la reducción de emisiones operativas como su mayor prioridad hasta 2025, 24% el incremento de la exploración, 16% la producción de metales de transición y 15% la seguridad y la productividad, respectivamente. Este reparto confirma que la presión climática y la reposición de reservas avanzan a la par de la disciplina operacional.

 

Ciclo de precios y capex en ascenso

 

En su participación durante el 10º Foro Latinoamericano de Minería de Mobil, David Kurts señaló que el repunte de los precios de las materias primas ha sostenido los ingresos del sector y el desempeño bursátil, alentando un aumento sostenido del gasto de capital. Solo entre las 20 mineras líderes, el capex agregado de 2025 asciende a 77.9 mil millones de dólares, un 10% más que en 2024. Este impulso financiero coexiste, sin embargo, con un problema estructural: grados decrecientes y tiempos de desarrollo al alza en las nuevas minas.

 

América Latina, polo de inversión y cartera de proyectos

 

América Latina se consolida como segundo polo global de desarrollo minero, con casi 100 mil millones de dólares en capital de desarrollo y cerca de 200 proyectos con alta o media probabilidad de entrar en producción en los próximos cinco años. El capex regional está dominado por cobre, oro y litio, confirmando el peso de los metales de transición y la resiliencia de los metales preciosos.

 

La lista de grandes desarrollos ilustra la magnitud y la diversidad del pipeline: La Granja (Perú, cobre, ~US$5,000 millones), Planalto Piauí (Brasil, mineral de hierro, ~US$3,700 millones), NuevaUnión (Chile, cobre-oro-Mo-Ag, ~US$3,500 millones), El Pachón (Argentina, cobre-Mo, ~US$3,000 millones), Mina El Arco (México, cobre, ~US$2,900 millones) y Josemaría (Argentina, cobre-oro, ~US$2,743 millones), entre otros. Por valor, Argentina y Perú concentran casi la mitad del total regional; México aporta el 13% y acumula el mayor número de proyectos.

 

Portafolios y metales críticos

 

De cara a 2030, América Latina incrementará su contribución a la oferta de metales de transición. Aunque hoy domina la producción mundial de plata, el sesgo de crecimiento se desplaza hacia minerales críticos; en exploración y desarrollo, estos (y los metales preciosos) ganan participación respecto de la operación. A nivel corporativo, los grupos diversificados reconfiguran portafolios: los proyectos en desarrollo y exploración están más orientados a cobre, litio, cobalto y níquel, y las transacciones de activos muestran un aumento en la participación combinada de estos cuatro metales.

 

En términos de actividad, se proyecta un crecimiento anual de 3.8% en la minería de América Latina hasta 2030. Argentina destaca por su potencial —apuntalado por mayor capital extranjero—, mientras México consolida su posición en mercados globales, mejorando en plomo y zinc y manteniéndose como líder claro en plata.

 

Productividad y seguridad: tecnología en la mina

 

El binomio productividad-seguridad presiona a las operaciones y orienta el gasto en tecnología. A medida que aumentan las inversiones digitales, la caída de productividad se ha moderado, pero el reto de seguridad persiste. En el mix de IT, la computación en la nube representa la mayor parte del gasto, con alta expectativa de crecimiento en inteligencia artificial: más de la mitad de las compañías espera impactos notables de la IA en sus minas dentro de cinco años. En paralelo, la adopción es amplia en software de gestión (incluida gestión de flotas), mantenimiento predictivo, prevención de colisiones y detección de fatiga.

 

Autonomía y electrificación

 

Las máquinas autónomas continúan ganando terreno, lideradas por camiones de acarreo AHS, cuyo parque crece a una tasa compuesta >50% desde 2020; 98% de estas unidades se concentra en siete países, tres de ellos en Sudamérica. El número de camiones autónomos se ha multiplicado por ocho desde 2020, con impactos en vida útil de equipo y neumáticos, eficiencia, productividad y seguridad.

 

La transición a vehículos eléctricos de batería (BEV) avanza por causas concretas: la reducción de GEI aparece como el motor principal, seguida por menores costos operativos por tonelada (51%), menores costos de mantenimiento (40%) y menores niveles de ruido (96%). Aun así, persisten barreras: mayor capex, dudas sobre rendimiento y confiabilidad, infraestructura de carga, nuevas competencias de mantenimiento, tiempos de carga frente al repostaje y disponibilidad de equipos en los tamaños/capacidades requeridas; en algunos casos, el enfoque no es aún prioridad de liderazgo.

 

Descarbonización con resultados medibles

 

La industria ha incorporado metas intermedias de emisiones con la mira en cero neto a 2050. Las palancas son claras: acuerdos de compra de energía renovable, solar y eólica in situ cuando la red es limitada y gestión de la demanda; en desplazamiento de diésel, electrificación de flotas (incluida batería subterránea y trolley-assist), trituración y transporte en fosa y correas terrestres, y uso de hidrógeno verde; además de reducción de fugitivas, mercados de compensación y la aparición de precios/impuestos de carbono. Entre 2019 y 2024, 20 mineras líderes recortaron 12% las emisiones de alcance 1 y 2, con Sudamérica a la cabeza del viraje hacia renovables, apalancado por PPA.

 

Lo que viene hacia 2030

 

La década se definirá por la capacidad de convertir el actual pico de inversión en productividad sostenible, acelerar desarrollos en un contexto de grados decrecientes y consolidar la oferta de metales de transición sin descuidar la seguridad. La región cuenta con una cartera robusta —casi US$100 mil millones en desarrollo potencial y un crecimiento anual de 3.8% proyectado— y con vectores tecnológicos ya en despliegue (IA, mantenimiento predictivo, autonomía, BEV). El reto es capturar esas eficiencias con disciplina de capital y una agenda ESG que ya muestra resultados cuantificables.

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