Rubén del Pozo Mendoza, presidente de la AIMMGM, urgió a atender la condición de seguridad que limita el desarrollo del sector minero. Subrayó que sin un entorno seguro no se protege solo la integridad de los colaboradores, también peligra la viabilidad de las empresas como fuente de empleo formal y honesto. Esta reflexión resuena con fuerza en comunidades donde la minería es pilar de la economía local.
La seguridad minera no solo involucra procedimientos técnicos dentro de galerías y frentes de extracción. También requiere combatir la inseguridad externa derivada de actividades delictivas en zonas rurales. Sin protocolos sólidos, supervisión constante y capacitación profesional, las operaciones corren riesgos que afectan inversión y generación de plazas laborales en regiones que más lo necesitan.
Permisos ambientales: requisito insoslayable para atraer inversión
El dirigente de la AIMMGM destacó la crítica situación que enfrentan los permisos ambientales: trámites detenidos durante la administración pasada siguen frenando proyectos, disminuyendo atractividad para inversionistas. Sin autorizaciones vigentes ni certidumbre regulatoria, no puede hablarse de inversión. Sin inversión, tampoco puede hablarse de empleo, crecimiento económico y desarrollo regional.
Los nuevos proyectos cancelados o pausados por falta de permisos retuvieron millones de dólares que pudieron generar cadenas de valor, infraestructura y servicios en municipios alejados de los grandes centros urbanos. Ofrecer claridad en tiempos y requisitos para emitir permisos ambientales debe convertirse en prioridad para atraer inversión responsable.
La minería como motor de desarrollo regional
Flor de María Harp, directora General del Servicio Geológico Mexicano, recordó que la minería forma parte de la historia y cultura del país, vibrando en cada región donde se encuentra. En comunidades rurales y aisladas, esta actividad representa la fuente de empleo más cercana, con impacto directo en el bienestar de las familias y precariedad mitigada.
Las minas también colocan a México en la ruta global como proveedor de minerales estratégicos para energías limpias, infraestructura digital y fabricación de dispositivos. Cuando los complejos mineros se enlazan con la vida comunitaria, florecen empleos indirectos en servicios, hoteles, tiendas y escuelas. Se teje una red socioeconómica que impulsa la calidad de vida y el arraigo cultural.
Gobernanza colaborativa fortalece al sector
La minería del futuro no se diseña de forma aislada. Por el contrario, requiere coalición entre empresas, autoridades, academia, comunidades y trabajadores. Pedro Rivero, presidente de CAMIMEX, enfatizó que solo mediante colaboración genuina será posible construir un modelo sostenible, responsable y con aceptación social.
Este enfoque implica consultas informadas, diagnósticos ambientales rigurosos, proyectos de beneficio comunitario y vigilancia compartida. Cuando la academia aporta tecnologías limpias, comunidades supervisan impactos y empresas operan bajo estándares elevados, se crea una minería que promueve confianza regional. Los esquemas cooperativos generan sinergias que reducen conflictos, aceleran inversiones y dan resultados palpables para la gente.
Vocaciones regionales y la visión de Guanajuato
María Cristina Villaseñor, secretaria de Desarrollo Económico de Guanajuato, resaltó que la minería debe integrarse a las vocaciones existentes y a sectores que se globalizan con visión sostenible. Ese enfoque permite combinar minería con agricultura, turismo rural o energía renovable, promoviendo sinergias que aprovechan ventajas locales.
En Guanajuato, por ejemplo, la cercanía de actividades turísticas tradicionales y proyectos mineros genera oportunidades para que cooperativas y pymes atiendan ambos frentes. Cuando la minería se planifica junto con comunidades y respeta vocaciones locales, se convierte en una palanca eficaz para fortalecer cadenas regionales y atraer proyectos complementarios.
Beneficios de una minería responsable
Cuando se logran esquemas integrales de seguridad, permisos ambientales ágiles, gobernanza social y vocaciones complementarias, la minería deja de percibirse como una industria extractiva por extraer. Se convierte en un vector de creación de empleos dignos y formales, impulso a servicios y comercio local, generación de redes de formación técnica, inversión en infraestructura y aportación fiscal a los gobiernos estatales y municipales.
Los minerales que México extrae hoy —desde plata, cobre, oro o litio— resultan indispensables para energía limpia (paneles, baterías), tecnología médica y electrónica. Apalancar esos recursos en zonas rurales reafirma el compromiso nacional con sustentabilidad, innovación y revalorización social de áreas más necesitadas.
¿Cómo avanzar de forma concreta?
El llamado de los líderes del sector es claro. Primero hay que construir un entorno seguro dentro y fuera de las minas. Luego, restablecer mecanismos administrativos eficientes que reactiven permisos ambientales en plazos claros. Paralelamente, incentivar esquemas de gobernanza compartida, donde academia, comunidades, empresas y autoridades definan proyectos, monitoreen impactos y reciban beneficios directos. Por último, articular la minería con vocaciones regionales para facilitar integración sectorial, creando economías complementarias y sostenibles.
Posicionarse así permite atraer inversión responsable, generar empleo formal y consolidar desarrollo local. Al responder a estos retos, la minería no solo resurge como pilar económico, también fortalece cohesión social, libera potencial productivo y reafirma a México como actor relevante en mercados globales de minerales estratégicos.